En una parte del mar Mediterráneo, a la vista de todos, se esconde un precioso teatro que fue encargado y construido por el mismísimo emperador francés durante su primer exilio. Como toda historia, la del “Teatro dei Vigilanti” (Teatro de los Vigilantes) ha sufrido cambios y vaivenes, pero para conocerla debemos empezar desde el principio, en Portoferraio, Italia.
La vida del “Teatro dei Vigilanti” comienza con una capilla construida en el siglo XVII. Antes de que Italia se convirtiera en un país unificado como hoy lo conocemos, el entonces gobernador de Portoferraio, Orazio Borbone Marchese di Sorbello, decidió construirla como un lugar de culto y devoción religiosa, probablemente como testimonio de la fe y la piedad de su tiempo. Su sucesor, posteriormente, decidió demolerla y en su lugar construir algo más “robusto y acorde a los cánones de la época”; nace así la Iglesia de la Madonna del Carmine en la Isla de Elba.
Con el paso del tiempo, la iglesia terminó desconsagrada y se utilizó durante algunos años como almacén militar para que luego, durante la estancia de Napoleón Bonaparte en «pausa» de sus campañas militares, se decidiera construir allí un teatro. Al principio, la financiación resultó ser un problema; para poder disponer de los fondos necesarios, Napoleón decidió poner a la venta los palcos al mejor postor, lo que provocó disputas entre las familias más adineradas de la isla. Obviamente, todos querían comprar los palcos más caros para demostrar la mayor importancia de su apellido, ya que mostrar la importancia de la familia era fundamental en la sociedad de Elba.
El proyecto fue asignado al arquitecto de la corte, Paolo Bargigli, quien concibió un teatro típico italiano moderno: una planta en forma de herradura con 65 palcos distribuidos en tres filas coronadas por un gallinero. Desde un agujero en el techo central se bajaba un enorme candelabro que iluminaba la sala y maravillaba a todos los espectadores; la acústica también era perfecta, nada se dejó al azar durante la construcción.
La decoración de estilo napoleónico, valga la redundancia de su creador, se ha convertido en un modelo a seguir. El telón, pintado al “temple magro” por Vincenzo Antonio Revelli, representa a Napoleón vestido como Apolo. La elección del episodio de Apolo supervisando los rebaños de Admeto, rey de Tesalia, revela claramente un paralelismo entre el exilio al que fue condenado Apolo y la estancia de Napoleón en la isla de Elba.
El teatro fue inaugurado oficialmente el 24 de enero de 1815. Dos días antes, el emperador asistió a un preestreno organizado por su hermana Paulina (con baile incluido), donde el público hizo gala de sus trajes y joyas. Aunque el emperador decidió poner fin a su “pausa” y abandonó la isla poco después de la inauguración del teatro, su legado perduró en la forma de esta magnífica estructura. Cuatro años más tarde, el teatro tomó el nombre de «dei Vigilanti» (de los Vigilantes), con el escudo heráldico representado por un gallo sobre fondo rojo.
Hasta 1920 se representaron en el escenario del teatro diversas obras de prosa, ópera y bailes. Una restauración realizada entre 1922 y 1923 modificó el cuarto orden de palcos en el anfiteatro y se renovaron los tapices, los camerinos, el escenario y el foso de la orquesta. Tras otras restauraciones, el teatro se utilizó como cine hasta el 6 de enero de 1952, donde se decidió su cierre.
Durante los años ochenta, y luego de un prolongado periodo de abandono, fue restaurado y recuperado para la actividad teatral, recibiendo a diversos artistas y espectáculos; pero la historia todavía no concluye. En 2024 el “Teatro dei Vigilanti” ha completado una reforma estructural, volviéndolo más eficiente desde el punto de vista energético, y se ha dado lustre a sus palcos, que han descubierto nuevas pinturas murales probablemente de tiempos napoleónicos. Otra vez, el teatro se prepara para hacer frente a un período de esplendor.
Italia es un país lleno de arte e historias dentro de historias. Cada localidad, por pequeña que esta sea, tiene su espacio teatral, lo que demuestra la importancia que la cultura siempre ha tenido en ese territorio. La isla de Elba no es una excepción y el Teatro dei Vigilanti es una agradable confirmación de ello.
Por Ignacio García
Comunicador cultural. Lic. en Relaciones Públicas y Máster en Management of Performing Arts.



