Antonella Caprioli, artista y emprendedora de Campana, es la fundadora y directora de Jazz Joven, una escuela de danza que forma bailarinas y bailarines en distintos niveles. Con formación internacional y una marcada vocación artística, Caprioli ha logrado consolidar un espacio de crecimiento y expresión para jóvenes talentos de la ciudad.
La pasión de Antonella por la danza no es algo nuevo: con tan solo ocho años ya sabía que ese era su camino.
“Desde muy chiquita me gustó bailar. A los ocho años empecé a tomar clases de baile acá en Campana, pero la realidad es que lo llevaba en la sangre, porque no solo mi mamá fue bailarina, sino que en toda mi familia siempre gustó mucho la danza. Y desde ese momento me sentí como pez en el agua. Ya a los catorce dejé los estudios de danza locales y me fui a estudiar a Capital. Allí me formé en teatro musical con Reina Reech, acrobacia y danza con Flavio Mendoza, y también con coreógrafos como Mati Napp, entre otros”.
El sueño de tener su propia escuela nació mucho antes de convertirse en bailarina profesional. Desde pequeña, su deseo era crear un espacio propio donde la danza también funcionara como refugio y contención. Esa visión fue tomando forma con los años, impulsada por la necesidad de ofrecer aquello que ella misma sintió que le había faltado: un lugar donde la técnica conviva con el cuidado físico y emocional de cada alumno.
“Desde chica, cuando me preguntaban qué quería ser de grande, yo decía que quería tener una escuela de baile. Ni siquiera era bailarina en ese momento, pero sí tenía ese deseo. Con el tiempo me di cuenta de que lo que más me gustaba de la danza era lo que transmitía, lo que generaba en mí. Durante mi infancia y adolescencia sentí que me hubiese hecho falta un espacio de contención, un lugar donde no solo se hable de técnica, sino también de la salud física y emocional mientras bailamos. Por eso, quise crear el espacio que a mí me hubiese gustado tener”.
La historia de Jazz Joven se fue gestando de manera orgánica. Antonella comenzó dando clases en la academia de Hugo Patín, un espacio muy reconocido en Campana.
Con el tiempo, los caminos se fueron abriendo y las oportunidades aparecieron de forma natural, hasta que finalmente llegó el momento de dar el paso y crear su propia escuela.
Ese sueño fue tomando forma poco a poco hasta convertirse en la escuela de danza que es hoy.
“Arrancamos en 2017, muy de a poco, con apenas diez alumnos. En ese momento yo estaba cursando la Licenciatura en Comunicación Social, lo cual no fue fácil de compatibilizar, pero me las rebusqué: generé proyectos, me conecté con colegas, organizamos escenarios abiertos y así fui haciendo que conocieran a Jazz Joven. También me fui a estudiar danza a Estados Unidos, algo poco común en ese entonces en Campana, y eso ayudó a que ganara notoriedad Jazz Joven. Con el tiempo, empezamos a sumar propuestas distintas: videoclips, obras solidarias en el hogar de niños, intervenciones en la calle, shows… y así la gente fue conociendo la escuela”.
Hoy cuentan con 11 profesores y un abanico muy amplio de actividades: jazz, estilo urbano, contemporáneo, salsa, bachata, tango, reggaetón, folclore, heels (baile sobre tacos), entre otras. También se destacan por el amplio rango de edades que participan y conviven en las clases.
“Tenemos alumnos desde los 4 hasta los 80 años, y lo lindo es que se forman grupos intergeneracionales. Por ejemplo, en contemporáneo hay alumnos de 13 y otros de 45. Eso genera una retroalimentación hermosa”, comenta.
En cuanto a los proyectos que realizan tanto ella como sus profesores y alumnos, Anto destaca tres que recuerda con especial cariño:
“Hay tres momentos que considero muy importantes. El más reciente fue en diciembre de 2024: hicimos un show multisensorial en el Teatro Coliseo de Zárate con más de 150 artistas locales, entre músicos, bailarines, artistas plásticos y cantantes. Fue una obra que apelaba a la emoción, al recuerdo, a través de la música y relatos de la vida misma. Lo que hicimos fue una obra musical en donde la historia que se contaba eran historias reales de vecinos de Campana. Durante todo el año, los alumnos y los profesores de la escuela empezamos a entrevistar a personas de distintas edades, con la idea de mostrar que en nuestra ciudad siempre pasan cosas interesantes”.
También recordó con orgullo los proyectos de 2023 y 2022.
“En 2023 realizamos una miniserie rodada íntegramente en Campana, con todos los participantes locales. Y en 2022 hicimos cinco cortometrajes independientes que se estrenaron con alfombra roja en el cine local. Fueron experiencias profesionalizantes para los alumnos, donde además de bailar, aprendieron sobre cámara, actuación, escenografía y más”.
En los últimos años, Jazz Joven no solo logró consolidarse como un espacio artístico, sino que también atravesó momentos desafiantes que marcaron un antes y un después en su historia.
La pandemia de 2020 fue uno de esos puntos de inflexión: lejos de detenerse, Antonella y su equipo encontraron nuevas formas de conectar, expandirse y seguir creando.
A partir de ese contexto adverso, surgieron aprendizajes profundos y una nueva mirada sobre el propósito del estudio y el impacto que buscan generar en cada alumno.
“La pandemia fue muy difícil, porque justo estábamos en proceso de consolidación. Pero me adapté rápido al formato virtual, y empecé a tener alumnos de distintas partes del país: Chaco, Ushuaia, y más. Si bien fue complicado mantener la motivación de todos, armamos espacios de contención, charlas, y hasta shows virtuales. Creo que la pandemia, paradójicamente, fue el punto desde el cual Jazz Joven empezó a crecer más fuerte. El crecimiento fue evidente, pero sobre todo cambió mi horizonte. Al principio quería sostener la academia y dar clases de calidad. Hoy quiero que cada alumno viva una experiencia transformadora, que puedan ser parte de proyectos que le vuelen la cabeza y digan qué bueno que soy parte de esto. Por lo que pienso que definitivamente lo que cambió fue mi horizonte y el deseo de dejar, mediante estos proyectos, algo en cuanto a la cultura”.
Con el paso del tiempo, Jazz Joven dejó de ser solo una escuela de danza para convertirse en un verdadero espacio de pertenencia.
Para Antonella, representa mucho más que un trabajo: es su creación más querida, un proyecto que creció con ella y que hoy se sostiene gracias al compromiso colectivo de profesores y alumnos.
En el Día Internacional de la Danza, reflexionó sobre el rol fundamental que esta disciplina tuvo en su vida y sobre el impacto que sigue generando en la comunidad.
“Este espacio es mi creación, es como mi bebé. Justo en el Día de la Danza pensaba en qué sería de mi vida sin ella. La danza forjó mi carácter, mis hábitos, y me dio un trabajo que me apasiona. Es un pilar fundamental para mí y, hoy, también para mucha gente. Aunque yo le haya puesto el nombre y el impulso inicial, el estudio es lo que es gracias a los 11 profes que lo sostienen y al compromiso de todos los alumnos”.
Ya casi finalizando la entrevista, Antonella proyecta un futuro donde el estudio continúe creciendo, expandiendo su propuesta artística y siendo una fuente de inspiración y trabajo para más personas.
“Sin dudas quiero que este espacio siga creciendo, que más personas se sumen a esta filosofía de danza como un lugar amable, de cuidado y respeto. También deseo que continúe siendo una fuente de trabajo para artistas locales. Esa es mi mayor ambición”.
Y mientras sueña con lo que vendrá, Jazz Joven ya tiene un nuevo desafío entre manos: la muestra de mitad de año.
“No me gusta llamarlo simplemente ‘muestra’, porque siempre buscamos que cada proyecto tenga un hilo conductor, que implique investigación y trabajo colectivo. Así que más que una muestra, será un nuevo proyecto de todos”, concluye.
Jazz Joven no solo forma bailarines; construye comunidad, impulsa arte y transforma vidas.
En cada clase, en cada obra, en cada proyecto, se percibe una misión que va mucho más allá del escenario: crear un espacio donde el arte sea herramienta de crecimiento personal, colectivo y cultural.