A 43 años de la Gesta de Malvinas, los veteranos de guerra de Campana siguen honrando su historia y el orgullo de haber defendido la patria.
En esta entrevista los integrantes del Centro de Veteranos de Guerra de nuestra ciudad, comparten sus experiencias, reflexiones y el compromiso de transmitir su legado a las nuevas generaciones. Con emoción y respeto, recuerdan aquellos días en los que fueron enviados al frente. Si bien eran jóvenes, no eran niños: eran hombres que, con coraje y convicción, respondieron al llamado de la patria y estuvieron dispuestos a darlo todo.
Los veteranos Elbio Hereñu (Regimiento de Infantería Mecanizado 3), Luis Casentini (Grupo 2 VYCA – Fuerza Aérea), Néstor Gerardo Cordero (Regimiento de Infantería Mecanizado 6), Rubén Baro (RIMec 6 – área de logística), Claudio Alejandro Milivinti (Batallón de Infantería de Marina N°5) y José Flores (Compañía de Ingenieros Mecanizado 10) relatan cómo fue su regreso, la lucha por el reconocimiento y el profundo significado que cada 2 de abril tiene en sus vidas.
“Cuando me convocaron tenía 18 años, pero al momento de ir a la guerra tenía 20 años”, cuenta Elbio Hereñu. Luis Casentini, en cambio, tenía 18 años cuando partió a Malvinas: “Yo llegué el mismo 2 de abril, el día de la toma de las islas, en un Hércules, ya que pertenecía a la Fuerza Aérea. Estuve allí desde el día uno hasta el último.”
Por su parte, Néstor Cordero y José Flores también tenían 20 años cuando fueron al frente, al igual que Rubén Baro, quien recuerda el impacto de la guerra y el desafío que significó volver a casa.
A lo largo de la entrevista, los veteranos compartieron los recuerdos que aún llevan consigo, aquellos momentos que los marcaron para siempre y que, como decimos los argentinos, todavía les sacan un lagrimón.
Cada historia refleja el sacrificio, el coraje y la resiliencia con la que enfrentaron el conflicto. Sus testimonios son un reflejo vivo de lo que significó la guerra, no solo en el campo de batalla, sino también en sus vidas después del regreso.
Elbio Hereñu fue testigo de uno de los momentos más dolorosos de la guerra, como ver caer a un compañero a su lado tras pisar una mina. Cuando se acercaron para socorrerlo, se encontró con una imagen que lo marcaría para siempre: el impacto había sido devastador.
Años después, aún recuerda con profundo respeto y dolor aquel instante, que simboliza el sacrificio de tantos soldados en Malvinas.
“Allá un compañero mío voló en una mina, ese fue mi momento más traumático. Fue muy duro ver esa imagen”, nos dice con lágrimas en los ojos, como si ese instante hubiera ocurrido ayer.
Por su parte, Rubén Baro nos cuenta que, más allá del primer día de la guerra, que todos recuerdan como un momento imposible de olvidar, hay un episodio que lo marcó para siempre. Tres helicópteros destruyeron su Jeep con granadas, quizás pensando que él se encontraba allí. Sin embargo, en ese instante, estaba cambiando el contenedor de la bomba inyectora de un camión, refugiado entre la rueda y el guardabarros “Un ataque te queda grabado para siempre”, asegura.
Al consultarle a Claudio Milivinti sobre su momento más difícil, no duda en responder, con los ojos vidriosos: “Lo peor fue la vuelta. Ya en el continente, fue muy difícil de sobrellevar que nos llamen ‘locos de la guerra’. El volver y que nos escondan.”
Este sentimiento lo comparten todos. “El regreso fue un gran choque. Que nos ocultaran, que nos dijeran que estábamos locos. No conseguíamos trabajo, nadie nos quería tomar por tal o cual motivo”, cuentan. Elbio Hereñu agrega con firmeza:
“Un montón de gente que no entendía nos decía ‘yo no los mandé a la guerra’. Y esto que nos bancamos los veteranos de verdad, no se lo bancaron todos. Excombatientes somos los que arriesgamos la vida, lo demás es historia.”
Después del conflicto, empezó otro calvario: el olvido y la indiferencia. “Si hubiéramos ganado la guerra, la historia sería otra. Seguro estaríamos en todos los monumentos, pero eso no pasó y tuvimos que remarla”, nos cuenta Luis.
Sumado a eso, tuvieron que sobrellevar como pudieron y solos, cada uno por su parte, su propio estrés postraumático.
“El dolor y el sufrimiento que vivimos en la posguerra fue tremendo y es imposible de cuantificar. Muchos no lo superaron y se suicidaron. Lo ideal era que nos ayudaran con asistencia durante los primeros años, pero eso no pasó y, como pudimos, los que quedamos nos juntamos en estos centros de veteranos para tener alguien con quién hablar”, cuenta Elbio.
Al ser consultados sobre qué piensan que Malvinas les dejó y qué es lo que quieren transmitir a las nuevas generaciones, tanto Elbio como todos los veteranos coinciden en lo mismo: Malvinas debe servir para aprender.
“Queremos y creemos que lo que pasó en Malvinas tiene que servir para que aprendamos a estar más unidos, a valorar la soberanía y la patria, algo que ya no vemos tanto. Debería ser un punto de partida para hacer las cosas bien. La patria es una responsabilidad de todos desde cada uno de nuestros lugares. Si todos hacemos nuestra parte bien, puede que veamos un país mejor.”
Muchas veces en la charla salió el tema de “los chicos de Malvinas” o “los pobres chicos que mandaron a la guerra”. Sobre eso, Luis comenta: “Nunca fuimos los pobres chicos de la guerra, eso lo queremos erradicar. Nosotros fuimos a combatir como cualquier chico de 19 o 20 años. Nadie nos engañó para ir, estábamos convencidos de combatir en la guerra porque estábamos cumpliendo el servicio militar.”
Para finalizar, Elbio cierra con un mensaje en el que convergen todos los integrantes del centro:
“Me parece denigrante que nos traten de pobrecitos. Por eso, nuestra premisa es no victimizarnos, y eso lo tenemos todos en común.”
Para ellos, Malvinas no es solo un recuerdo del pasado, sino un compromiso permanente con la historia y las nuevas generaciones. Su testimonio no solo honra a los caídos, sino que también busca que el sacrificio de tantos jóvenes nunca sea olvidado.
Cada 2 de abril, la herida se reabre, pero también se reafirma el orgullo de haber servido a la patria.