domingo, junio 29, 2025
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EL TALENTO CAMPANENSE LLEGA AL ESPACIO

Emanuel Albornoz, oriundo de Campana, tiene 21 años y es egresado de la Escuela Técnica Roberto Rocca (camada 2016-2022). Fue uno de los protagonistas del equipo que se consagró campeón en la prestigiosa “CanSat Competition”, una competencia aeroespacial auspiciada por la NASA. Actualmente, estudiante de Ingeniería Electrónica en el ITBA, Emanuel continúa destacándose por su compromiso, creatividad y pasión por la tecnología, dejando en alto el nombre de su ciudad a nivel internacional.

“Yo soy de Campana y viví toda mi vida ahí. Desde chico tengo interés en la robótica y la electrónica, de hecho, siempre me gustó desarmar objetos para saber cómo funcionaban desde adentro, y después armar mis propias cosas. Mi mamá notaba que eso me interesaba, por lo que siempre me apoyó e incentivó a seguir. Con 10 u 11 años pude ingresar, gracias a una beca, a la Escuela Técnica Roberto Rocca”.

Con este interés bien marcado por la robótica, Emanuel nos cuenta que desde chico hizo proyectos relacionados con esta materia: “Cuando fui a la escuela comencé a realizar proyectos más complejos, como por ejemplo un robot que camina en dos pies, autos que se controlaban desde el celular. En mi cuarto año de la secundaria, no existía el club de robótica, entonces hablé con profesores y demás para que se pudiera armar, y ese año competí en la liga robótica con un robot que jugaba al fútbol. También participé en el ECO Desafío 2021, realizando el tablero funcional eléctrico y su instalación. Ese mismo año, competí en la llamada Copa Robótica, donde obtuvimos el segundo puesto, aunque fuimos los mejores en lo técnico. Además, participé en varias competencias nacionales e internacionales; por ejemplo, fui seleccionado para el Mundial de Robótica que se llevó a cabo en Ginebra, Suiza, donde el desafío principal consistía en que el robot completara distintas pruebas de destreza con pelotas”.

Emanuel nos cuenta que la escuela técnica fue esencial para su desarrollo: “Gracias a su metodología, que te enseña mediante proyectos, podés adquirir la práctica y experiencia, y es gracias a esto que los conocimientos quedan más y mejor incorporados. En los proyectos y en las competencias en las que participé fue esencial saber cómo superar los obstáculos que se presentaron y de esta manera aprender por mi cuenta. Me caracteriza mucho este tipo de aprendizaje, autónomo, ya que cuando comencé no tenía mucho material o gente que me enseñara la materia”.

Gracias a un convenio que tiene la escuela con el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), pudo ingresar en esta prestigiosa universidad: “El ingreso lo realicé yendo solo a rendir los exámenes. Es una universidad muy exigente y buena, por lo que cuesta el ingreso, pero a mí me ayudó mucho la escuela en la que estaba y fue gracias a eso que pude obtener una beca”.

El equipo comenzó a formarse en noviembre, con la selección de nuevos integrantes por parte del grupo saliente. Emanuel, con 21 años, era el más joven, mientras que el mayor tenía 24. En enero iniciaron el desarrollo del proyecto, que incluyó una primera entrega (PDR) de casi 200 páginas con múltiples propuestas de diseño, con la que lograron el segundo puesto a nivel mundial. Luego presentaron el diseño crítico (CDR) en marzo y realizaron la fase de pruebas en Argentina a fines de mayo, previo al viaje.

“En el equipo yo me encargué del diseño de todos los microcontroladores y de seleccionar todos los sistemas y sensores que utilizamos, también en el diseño y soldadura de placas. La búsqueda de material y hardware, fue un desafío enorme, llevó horas y horas en el laboratorio, soldando y diseñando, también realicé toda la configuración de las antenas para establecer señales entre el satélite y nosotros”.

El CanSat es un satélite del tamaño de una lata de gaseosa que debía cumplir una misión simulada basada en procesos reales de la industria aeroespacial. Equipado con sensores y cámaras, despegó en un cohete, luego abrió un paracaídas y descendió con hélices mientras transmitía datos en tiempo real desde una altura de 700 metros.

“El desafío más importante que atravesé durante la competencia fue integrar todo y lograr que funcionara a la perfección mientras caía a gran velocidad, sin tener control alguno. Nuestro objetivo principal fue ese: conseguir que todo el sistema clave operara de forma impecable, ya que una vez desplegado, debía descender de una manera específica. Eso fue lo que nos diferenció del resto: lograr desplegar el sistema de hélices y que el descenso se produjera tal como lo habíamos diseñado. Personalmente, creo que lo más desafiante en mi área fue diseñar todos los sistemas para que fueran aptos y confiables en las condiciones extremas en las que debían operar. Además, había una limitación importante en cuanto al tamaño, y a eso se sumaba una desventaja significativa: en Argentina no disponíamos de los componentes que necesitábamos, y aunque podíamos importarlos, esto nos restaba la flexibilidad de la que sí disponían otros equipos”.

Tras meses de intenso trabajo, la experiencia vivida en la competencia dejó en Emanuel una profunda marca personal. Desde la tensión del momento hasta la alegría del resultado, el cierre del proyecto trajo consigo emociones difíciles de describir. “Fueron unos minutos increíbles donde sentí una satisfacción enorme de que todo funcionara como correspondía, porque fueron muchos meses de trabajo. Fue una emoción enorme saber que habíamos sido los mejores de todos sabiendo la desventaja que teníamos frente a otros países, es una sensación única no sé cómo explicarlo aún. Ganar con tu país es lo mejor, fuimos el único equipo argentino y latinoamericano en ganarle a tantas universidades prestigiosas del mundo”.

Con esa misma pasión, proyecta su futuro: sueña con crear una empresa en el ámbito tecnológico, ya sea en el sector espacial o de inteligencia artificial, siempre con la mirada puesta en generar soluciones para mejorar la vida de las personas. Más allá del logro técnico, Emanuel transmite un mensaje claro a las nuevas generaciones: la importancia de la curiosidad, la perseverancia y el apoyo en el camino de quienes sueñan con transformar la realidad. Consciente de que al principio tuvo que abrirse paso solo, valora hoy tanto el respaldo de empresas como, sobre todo, el de su familia, que fue clave: “Yo, gracias a Dios tuve desde muy chico apoyo privado de empresas que quisieron bancarme. Pero creo que lo más importante es que haya más jóvenes con ganas de aprender y experimentar, y padres que los sepan apoyar, ya que pienso que mis papás fueron una pieza muy importante en todos mis desarrollos”.

Su experiencia busca inspirar a otros jóvenes de Campana a animarse, investigar y no temerle al error, sabiendo que incluso si nadie lo hizo antes, ellos pueden ser los primeros.

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